jueves, 17 de enero de 2013

Gracias





Antes no era yo.  A decir verdad, antes ni siquiera era.

Y no me refiero a la teoría que defiende que, después de unos años, han cambiado todas las células de nuestro organismo. Hablo de mi mismidad. Entonces te conocí.

De un modo natural comencé a no pensar en mí y a pensar en ti y descubría que es algo grandioso, gratificante. Empecé a entender libros que un día leí y no aprehendí, Shakespeare no era un ñoño, Garcilaso, Juan Ruiz, … Como en Matrix, el cúmulo de sinsentidos se ordenaba extrañamente y me abría el arcano que con treinta y pocos tenía vedado. Aquello era El Amor.

Y era feliz porque amaba y porque notaba que me transformaba y amaba más a los que me rodean. La empatía, como la hiperosmia de la preñada, me abrumaba y me hacía más feliz y me transformaba más y…

Entonces te dije que nunca, nadie, jamás te podría amar como yo  lo hice, una declaración de amor débil por lo manida, y entonces quise escribirte una canción –y te escribí dos-, quise empezar esa novela, quise… pero no podía expresar la certeza de aquella afirmación. Un día la física cuántica me dará la razón cuando demuestre que las cuerdas danzaban en sincronía cósmica cuando te tuve y yo lo sentía, era lo inefable que me decía que nunca, nadie, jamás podría sentir aquello.

Después de ocho años se acabó. Como entonces, no es fácil explicar al resto cómo  me siento. Me siento bien. Te quiero, pero no es ese querer. Tal vez sea tu parte de electrones que se quedaron en mí: habrá que confiar de nuevo en la física cuántica, pero creo firmemente, como entonces, que se acabó. Y el residuo de lo que queda lo expreso con gracias. Gracias por ser yo ocho años, gracias por dejarme ser ; gracias por reírme con tus ojos y bailarme con tus labios; por cantarme con tu cuerpo y tocarme con tu voz; gracias al universo que me cruzó un día contigo, porque ese día me hizo ser yo hoy; gracias, gracias, gracias.

Somos amigos. Como las hojas del árbol que caen en otoño, pero no se van; se quedan cerquita del tronco para darle vida en primavera. El árbol dará otros frutos y las hojas alimentarán otros troncos, pero siempre quedará el sustrato de algo que, un día, fue uno.


1 comentario:

  1. Uff. Qué precioso. La metáfora de las hojas que caen es genial. Creo que cuando se escribe con el corazón es increíble lo que puede llegar a salir. Para mí, con total objetividad, es lo mejor que has escrito hasta el momento. Ya puedes escribir otra canción inspirándote en este texto (por supuesto la frase de "gracias por reírme con tus ojos y bailarme con tu voz; por cantarme con tu cuerpo y tocarme con tu voz" debes incluirla tal cual). Gracias a ti también por todo, para siempre. ;-)

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