jueves, 16 de junio de 2016

Respeto

Con 6 años, la Senyoreta M**** nos forzaba, a mi prima y a mí, a escribir con la mano derecha.


Para ello se tomaba todo el tiempo necesario y todas las acciones que creyera conveniente, como atarnos la zurda en la parte de detrás de la silla, castigarnos después de clase o ridiculizarnos frente al resto de los compañeros.


Con 12 años comienzan mis visitas semanales al neurólogo: tenía dislexia, tartamudeaba y acumulaba un sinfín de tics nerviosos. ¿El desencadenante? Querer cambiarme mi lateralidad por la fuerza. Normal, los zurdos no éramos hijos de Dios, usábamos la siniestra, y Dios Padre sentó a su hijo a la diestra.

En esa edad temprana, cuando la muchachada experimenta su naturaleza y en una sociedad franquista acudir a misa NO era una opción, acudir al confesionario y explicarle a Mossèn O*** que te habías tocado con la S*** y el L***' era mucho peor que vivir con Freddy Krueger: entrabas en pánico días antes, no podías dormir, era el Horror, así, en mayúsculas, porque el mossèn te pedía todos los detalles del mundo mundial y que se lo repitieras una y otra vez...




El horror no sólo se debía a ese momento, sino también al tormento que se incrustaba como una fina aguja en tu pecho porque sabías que irías el infierno. No había solución para ti, ya estabas condenado.

Con 14 años - ya en los 80 -  empiezas a pensar que lo del dilema sexual no es tu problema, que es problema de los demás; tú asumes lo que te gusta y punto, aunque, naturalmente, debes tener cautela y no expresarlo: tú sexualidad es y debe ser algo oculto.


Mientras, la sociedad se encarga de estigmatizarte a ti o a los que son como tú, y la Iglesia, la sempiterna Iglesia, se encarga de redactar el vademécum que todo buen cristiano debe cumplir, vademécum que incluye el insultarte, vejarte, coartarte y recortarte derechos.

A estas alturas empiezas a plantearte qué coño haces en un club en el que te desprecian, y entonces vas y apostatas. La apostasía es un nuevo viacrucis, pero ¡qué demonios! Será el último, piensas. Fuera del club, lo que piensen no me afectará. Ingenuo.

Cuando rondas los 17 aparece, como un jinete del apocalipsis, el SIDA, y ellos se encargan de vincular esa nueva peste a los gais. Ahora eres, además, un apestado.

Vale. Lo que me está pasando no es normal, lo que nos está pasando no es normal. ¡No es justo! Empiezas a pensar que tienes que hacer algo. En Madrid el COGAM organiza su primer Desfile del Orgullo Gay, y allí que nos plantamos unos cientos de personas pensando que hay que visibilizarse y normalizar lo que debería ser normal por naturaleza. Has leído bien: éramos unos cientos, y creo que estoy exagerando.



Desde entonces hasta ahora tienes la conciencia tranquila porque te has deshecho de un dios que te condenaba por nacer así, te has vestido con la armadura de una conciencia limpia de no haber hecho jamás daño a nadie, de no ofender a nadie porque besas a tu novio en casa, nunca en la calle.

Pero ellos siempre están dispuestos al ataque. Ellos, que tienen una historia cargada de abusos, pedofilia, putas, bastardos, violaciones, abortos y asesinatos. Ellos siguen atacándote y tú, en casa, piensas: ¿Es que no hay manera de respirar? ¿No me libraré jamás de esto? ¿No puedo vivir en paz mi vida, si no me meto en las suyas?

Esta es mi experiencia, sin más. Conozco infinidad de casos infinitamente mas desgarradores que el mío: innumerables suicidios, muchos que acabaron en la cárcel, escarnios públicos, etc.

En éste, mi exorcismo, ¿has visto, acaso, algún ataque a tu credo? ¿Te he dicho qué es lo que debes o no debes creer? ¿He intentado convencerte de lo equivocada que estás por creer en Él? ¿Te imaginas el esfuerzo que hay que emplear en no odiar a todo lo que huele a dios?
 


Esa es la diferencia entre tú y yo. Yo no te odio y te he respetado siempre. Te respetaré y no iré a tu templo a besar a mi novio. Te repetaré porque distingo entre la cúpula y las bases. El PP es un partido corrupto sí o sí, aunque no implica que lo sean todos sus votantes. Claro que algo de culpa sí tienen por mantenerlos en sus puestos. Respetaré tus creencias, pero no me pidas que respete a tu cúpula. porque para muchos millones de personas como yo no lo merecen.

Plantéate tu parte de responsabilidad en tanta infelicidad, tanto trauma y tanto daño. O al menos, practica el 'Dios es todo amor' que aparece en tu Biblia.

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Esto va dedicado a todos los muertos, heridos y familiares del brutal atentado LGTB en Orlando.






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