lunes, 29 de julio de 2013

Carta a Lucía

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No me gustó Beatriz y los Cuerpos Celestes. Tampoco me gustó El Cazador de Delibes, pero supongo que mi opinion no importa mucho para calibrar la excelencia de un escritor. No creo que haya nada más subjetivo que el arte, y de eso se ha escrito mucho y desde hace eras, por eso importa poco cómo valoro tu obra –por otro lado, tan sesgadamente-.

Con el verano me quedan horas para ver la tele y en varias ocasiones he elegido Telecinco, y lo que he visto me ha dado asco, para variar. Ahora viene cuando tienes que justificarte y decir que no eres un pureta que sólo ve documentales y sesudos programas de la 2. De hecho, doy las gracias a la llegada de Discovery Max y Xplora, con esos programas de subastas y cuerpos embarazosos. Creo que es lo mejor en ese medio.

Dicho esto, queda claro que no declamo El Ulises ni me sé de memoria los guiones de las películas de Woody Allen, así que paso a explicar qué es lo que me ha parecido el linchamiento en Sálvame estos días.

Hablaban de un reality en el que has concursado y, a medida que los colaboradores iban vociferando sus críticas, yo me iba avergonzando y enfureciendo a la vez. Ellos intentan que la audiencia perciba una reflexión aséptica, objetiva, cuando dicen cosas como “nosotros no la criticamos como escritora, sino como concursante”, pero lo cierto es que se han cebado con tu vida entera: con tu formación y tus obras, tu cultura y tu vision del mundo.

Entiendo que Terelu y Teresa Campos hayan tenido que –usaré un eufemismo- transigir para trabajar en ese programa y en esa cadena porque, al fin y a la postre, son personas humanas que tienen que ganarse el pan. También entiendo que el resto de participantes de ese programa se lo ganen a costa de soltar pestes sobre alguien –normalmente, sobre otro compañero-, pero cuando veo el ahínco, la vehemencia y la cólera que emplea un tal Kiko Hernández, entonces no hago más que cabrearme.

Una y otra vez menciona tu Premio Planeta y tu Nadal para, a continuación, ponerte a caldo. Supongo que debe sentirse parte de una casta inferior que ha logrado que alguien de otra superior baje a sus infiernos. El odio que destila hacia ti es el típico de alguien reprimido y que se siente inferior, algo que entiendo, porque lo es. Es como cuando empieza a criticar el físico de los demás y los dientes de no sé quién, sin pararse a pensar que esa persona tiene que trabajar mucho para poder subsistir y la dentadura no puede ser una de sus prioridades, como en su caso. Ni tampoco piensa que no hace mucho él era un desdentado, pero que gracias a esta España donde los futbolistas y los carroñeros son mejor pagados que los bomberos, los médicos o los maestros, gracias a esta España, él luce unos piños blanco-ficción. Pues mira qué bien.

Lo peor de todo no es que ese don nadie oculte su insignificancia tras el ataque. Lo peor es que el resto –alguno con carrera, aunque quod natura non dat…- lo secunda y lo multiplica.

No me gustas como escritora. Como persona no puedo decir lo mismo porque no te conozco, pero si sirve de algo, te paso dos reflexiones que puede que te ayuden ahora que te has enfrentado a la bestia merdiática:

1ª- La Humanidad recuerda, valora y agradece las obras de los poetas o los pintores. El acto creativo es un don con el que pocos cuentan y muchos envidian. Saber que has creado, ser consciente de haber dejado un legado a tus semejantes, eso no tiene precio.

2ª- (Para ti y para Kiko, por si lee esto y alguien se lo traduce en román paladino): María Salerno, Elsa Anka, Isabel Luque, Isabel Borondo, José Luis Fradejas, Alfonso Lussón, Manolo Codeso, Fernández Martínez, … Él y muchos como él no sabían ni quién eras, y seguramente no sabe quiénes son todos estos nombres. Que use Google.

Mañana tú y tus obras seguirán aquí y en los cientos de países donde te traducen, te leen y te siguen. Muy a pesar de los tiempos, el acto de destrucción jamás se equiparará al de creación.

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El amor al arte da plenitud a la vida, lo material pasa. Sólo perdura lo bello, creación eterna del espíritu.
Luis A. Ferre

La disciplina en el arte suponía una lucha fundamental para entenderse a uno mismo y al mismo tiempo entender lo que uno está dibujando.
Henry Moore

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