martes, 13 de octubre de 2015

España 5.0

Siempre he creído que el orgullo es algo que sientes cuando has logrado un objetivo mediante un esfuerzo, a veces solo, a veces acompañado. Por ejemplo: el hecho de pertenecer a la clase obrera y llegar a terminar una carrera supuso un orgullo personal y familiar. 



También podemos sentirnos orgullosos cuando nuestro equipo de la selección extremeña de fútbol playa gana el Campeonato de España. O cuando un deportista de tu ciudad logra algún triunfo frente a otros. O cuando una amiga es la seleccionada como mejor escritora en un certamen.

El orgullo, así, no sólo depende de lo propio o de algo en lo que participas directamente, sino que también abarca el orgullo por proximidad, es decir, te agrada que alguien de cerca tenga éxito y lo expresas.

La frontera del orgullo empieza a desdibujarse cuando hablamos de asuntos como la Liga y los equipos profesionales. El Real Madrid, por ejemplo, cuenta sólo con 9 jugadores españoles de los 25 en plantilla; el Barça, por su parte, tiene 11 de 24 (nacionalismos aparte).

Tampoco entiendo muy bien el orgullo que sienten algunos trabajadores por los logros de sus empresas. Algunos incluso se jactan de estos como si fueran propios: "En Trolafónica hemos aumentado un 27,5% el número de abonados".

Tanto en el fútbol profesional como en las empresas, no entiendo que alguien sienta orgullo... a menos que seas un accionista y te beneficies directamente.

Como ya empiezo a dar por hecho que la contradicción es consustancial a la humanidad, ya empiezo a creer factible a un negro en el Ku Klux Klan, un gai católico o un obrero liberal. Con todo, me cuesta horrores pensar el ejercicio mental que hace, por ejemplo, un tío de Badalona que vota a Albiol (un político que prometía limpiar su ciudad de extranjeros), que es fanático del Barça (con sólo 11 españoles de 24) y racista, cuando el patrocinador de su equipo es una dictadura árabe.

Si esto me resulta imposible, no os quiero ni contar lo difícil que es para mí ver a un barcelonista extremeño sentirse orgulloso...

Creo que no me puedo sentir orgulloso de ser hombre porque nací hombre; no puedo sentirme orgulloso de ser moreno, porque no es algo que elegí; no estoy orgulloso de ser gai ni de ser zurdo ni de comer brócoli. Sin embargo, sí me siento orgulloso de los logros que he alcanzado como individuo y como grupo: orgulloso de no ser racista, de ser un buen profe, de ser empático, de cuidar mi entorno.

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En lo que se refiere a orgullo común, me siento orgulloso de ser español y de ser extremeño adoptado, pero no de algo tan abstracto e intangible como es la España de la pulserita y las banderas, ni de la España del 12 de octubre. 

Me siento orgulloso de la España que salió un 11 de marzo a ayudar en la peor situación que vivió nuestro país. 
Me siento orgulloso de la España que sale a sofocar el incendio de Sierra de Gata y que organiza actos solidarios y ayuda en momentos trágicos.

Orgullo de la España que sigue moviéndose y haciendo que el país se mueva a pesar de los políticos mediocres -en el mejor de los casos- o indecentes -en el peor-. 

Orgullo por la España que hoy sigue trabajando por una España mejor. 

Ningún orgullo por esa otra España que salió ayer al postureo patrio, un español de 24 horas.

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