Corrían los años... Ya estamos otra vez con un dato irrelevante. El caso es que de peque podría haber tenido distintos calificativos, según la época: un ratón de biblioteca, un raro, un geek, ..., porque me encantaba leer mientras al resto de mis amigos les molaba más el fútbol.
En aquella época si tenías una inversión inicial de 60 pesetas se te habría un mundo entero de literatura: te comprabas tu primera novela pulp en el kiosko y, una vez leída, podías cambiarla por 5 pesetas. Era un mercado de intercambio muy interesante, porque también podías cambiar tus cómics Marvel por otros que aún no habías leído.
Ahí andaba yo, a mis 10 años, deseando acabar las clases o los deberes para leer un rato esas novelas de ciencia-ficción. Entre novelas, cómic y tele, era un prepúber flipao por la Sci-Fi, la fantasía y el terror. De aquella época era esto:
Visto con perspectiva, parece más casposo de lo que ya era..., pero en esta serie británica descubrí por primera vez una palabra que para un niño de esa edad fue asombrosa: el HIPERESPACIO. Se llamaba Los Hombres del Mañana, y consistía en unos jóvenes que podían teleportarse gracias a unos cinturones, pero que corrían el riesgo de quedarse perdidos en el hiperspacio mientras lo hacían. Es una serie que me marcó -era muy pequeño- y de la que me he acordado miles de veces. Ahora, gracias a internet, puedo refrescar mi memoria despúes de tantos años unos pocos años.
La última vez que la he recordado ha sido gracias a Popcorntime, esa maravillosa app que me aterra perder: es tan buena que no me extrañaría que la hicieran desaparecer. Un día, rebuscando entre series por si azarosamente hubiera alguna que no hubiera visto, me encontré con esto otro:
Bueno. Con estas cosas me pasa como con el resto de las cosas que me gustan: tengo una manga muy ancha, así que la veré aunque el episodio piloto no me haya sorprendido tanto como aquella palabra que se quedó no hace mucho grabada en mis sesos: Hiperespacio.
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